El drama asiático

Agotada el agua y la comida, hacinados en destartalados pesqueros junto a cadáveres, abandonados por los traficantes y rechazados por los gobiernos. El destino de miles de bangladesís y miembros de la etnia musulmana rohingya solo apunta a la tragedia.

Unas 1.600 personas se acumulan en barcos frente a Indonesia y Malasia mientras otro millar permanece en el estrecho de Malaca, algunos tras meses en el mar.

Malasia lo aclaró el martes: no permitirían la entrada de ningún barco extranjero sin permiso a no ser que se esté hundiendo. «Les daremos provisiones y los enviaremos hacia fuera», dijo Tan Kok Kwee, jefe de las Fuerzas Navales. Y un día antes, Indonesia había rechazado otro barco con cientos de personas enseñándoles la ruta hacia Malasia.

Un activista ha contado que escuchó los gritos de júbilo de los atrapados en un barco cercano a la isla malasia de Langwaki cuando vieron acercarse una patrullera, convirtiéndose en lloros y gritos tras pasar de largo. Habían agotado sus provisiones cuatro días antes.

SÚPLICA

«Somos 400 a bordo. Algunos han muerto pero no puedo decir cuántos porque carezco de fuerzas para levantarme. He oído que son 22», explicó el quinceañero Abdul Rahamad al diario tailandés 'Phuketwan' a través de uno de los teléfonos que los traficantes les permiten para pedir el rescate a sus familiares. Llevan un mes en el mar, agotaron sus provisiones 10 días atrás, la Armada birmana se acercó solo para averiar la nave y los traficantes huyeron.«Os suplico ayuda», dijo con voz débil.

El drama de los rohingya es tan antiguo como ignorado por Occidente. Son un grupo étnico musulmán laminado y sin Estado propio condenado a vagar en busca de un refugio. Más de 1,3 millones viven en Birmania a pesar de que se les niega su ciudadanía. Incluso la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, se ha desentendido de ellos alegando que no son birmanos. La mayoría budista los considera extranjeros y tampoco reciben más simpatía de otros grupos musulmanes.

Los enfrentamientos entre budistas y rohyngas en 2012 en el estado de Rakhine dejaron más de 200 muertos y confinaron a decenas de miles en campos de refugiados en condiciones miserables. Eso explica el éxodo masivo a cualquier destino y de cualquier forma, a menudo a través de redes de traficantes. Más de 120.000 han huido desde 2012 según la ONU, que los considera una de las minorías étnicas más perseguidas del planeta. Cientos mueren cada año en el mar.